martes, 21 de noviembre de 2017

Montes Obarenes

Magnifica mañana para acercarnos hasta Miranda y dar un largo paseo por la zona oriental de los montes Obarenes. Dejamos el coche en una campa situada sobre las casetas de las peñas en san Juan del Monte.
Aunque brilla el sol la temperatura es baja y en los sombríos aun se ve el hielo de la noche anterior.
Comenzamos a caminar hacia la ermita de San Juan del Monte, un monje nos indica que vamos  por el buen camino.




Tras un breve ascenso llegamos hasta el eremitorio rupestre, donde destaca su pequeño campanario.


De los casi 20 kilómetros que vamos a hacer en esta ruta estos quinientos metros, desde el aparcamiento hasta la ermita, son los únicos que nos ceñimos a la ruta prefijada.
Llevamos las rutas marcadas en  todas las salidas que hacemos pero vamos un poco por libre, parece que nos gusta improvisar,  aunque rápidamente nos damos cuenta que esta zona no es la mejor idea, fuera de sendas, caminos y cortafuegos el bosque es impenetrable.
Descendemos por una estrecha senda hasta el fondo del valle, frente a nosotros se alza el monte Motrico.


En el fondo del valle el frío es intenso pero lo vamos a combatir en breve, aquí no hay medias tintas, iniciamos el ascenso por una estrecha senda cubierta por una tupida vegetación. Encinas, quejigos, alcornoques, arces, serbales, enebros, madroños, brezos, aulagas, pinos silvestre y negral, tomillo y espliego, la variedad es increíble.
Después de un buen calentón alcanzamos la cima donde se alza la cruz de Motrico.


Parece mentira que con lo que nos ha costado subir nos encontremos solamente a 851 metros, el ascenso ha sido realmente duro.
Comenzamos el descenso por la cara sur, ahora la temperatura es más agradable... y ¡sorpresa! una pequeña charca de aguas turquesas aparece bajo nosotros.



Después me he enterado de que es artificial, pero el lugar es precioso.
Llevamos un rato fuera de la ruta pero como hay buenos caminos poco importa.
 Nos encaminamos hacia el monasterio de Santa María de Herrera y pronto aparece ante nosotros.



El monasterio perteneció al Cister y en 1923 fue adquirido por los monjes camaldulenses. En este Yermo (así son conocidos sus monasterios) rige la clausura y las visitas son muy limitadas. El primitivo convento data del siglo XIII.



 Seguimos el camino hasta alcanzar unas grandes  cuevas excavadas en la roca. No tengo muy claro ni la época de excavación ni su función, aunque podría tratarse del primer asentamiento de los monjes en este entorno tras la donación de Alfonso VIII a los monjes del Cister el año 1176. Dos años después se establecieron en el lugar unos monjes venidos de Sajazarra.





Las galerías con techos abovedados  se sustentan en robustas columnas donde quedan las marcas del cincel.


Las galerías se encuentran en dos niveles, una sobre el camino y la otra bajo él, son mucho más extensas las superiores y la temperatura interior también es más cálida.
En la foto superior se aprecia una hornacina que podría tratarse  de un altar.
Seguimos descendiendo y tras una vuelta del camino llegamos a Herrera y muy próximas las salinas.


Este es el único edificio en pie, en su interior se encuentra el .pozo salinero.



De su pasada actividad solo queda el recuerdo y la ruina en la que se ha convertido el lugar.



Volvemos sobre nuestros pasos y tras pasar el convento tomamos una senda a la derecha desde las que tenemos unas magnificas vistas del complejo.



Iniciamos el retorno y desde aquí vuelve a ser la vegetación la gran protagonista, en estas solanas los madroños adquieren la condición de arboles y nos ofrecen sus frutos.


La estrecha senda por la que transitamos nos va acercando al final del recorrido.


Cuando regresamos al coche sacamos conclusiones, la experiencia nos ha parecido muy satisfactoria,
Hemos caminado algo más de cuatro horas por estos abruptos y tupidos montes y solamente nos hemos despistado en dos ocasiones, vamos mejorando. Ah y el día que aprendamos a interpretar  las curvas del nivel será el no va más. Pero esto son aspectos secundarios cuando te encuentras en la mejor compañía.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Cueva de la Rasadilla

Vamos en busca de la cueva de la Rasadilla localizada en Ahedo de Butrón, pueblo del que es natural mi compañero de trabajo y guía para la ocasión. Me comenta que hace muchos años que no visita la cueva, tal vez cuarenta, y aunque conoce el lugar donde se halla tal vez le cueste un poco dar con la boca de entrada. Antes de salir del pueblo nos encontramos con un amigo que tras contarle nuestro plan nos da todo tipo de referencias para dar con ella.
Son las once y media cuando abandonamos las ultimas casas por el camino de "Canales", a la derecha dejamos "Monteliendre" curiosa formación rocosa, el empinado camino nos conduce hacia la "Calzada Bajera".




Preciosa calzada que en alguno de sus tramos se ve el enlosado a la perfección.




Ganamos altura con rapidez  y pronto alcanzamos una zona de cultivos y pastos. Cuando vemos a lo lejos la primera referencia que nos ha dado, abandonamos el camino y campo a través ascendemos en busca del tendido de alta tensión, que es la segunda referencia. Caminamos por suaves laderas cubiertas de aulagas y brezos, pasamos junto a una pequeña construcción para protección de pastores sin dudas.




Nos encontramos en el termino conocido como el Carriñuelo  buscando la siguiente referencia. Se trata de un Moreco o mojón indicando la entrada de la cueva. Sin querer nos desviamos hacia la derecha, las referencias que guardaba mi compañero de su juventud le indicaban esta ruta, pero después de caminar un poco  se da cuenta que no vamos bien y volvemos sobre nuestros pasos. 



Pasamos junto a dos parapetos o para vientos, con oquedades abiertas a los cuatro puntos cardinales y así dependiendo de donde sople el viento refugiarse en la zona más abrigada.


Ahora sí, seguimos las referencias al pie de la letra y no muy lejos vemos el Moreco, donde se encuentra la entrada de la cueva.



Al pie del "moreco" se encuentra la entrada de la galería.




El descenso aunque parece complicado es sencillo, hay una escalera hecha con grandes piedras. Introducirnos en el interior es algo fantástico, dejamos atrás la luz y nos adentramos en el mundo de la noche y las sombras donde la oscuridad es total y eso que creímos que estábamos preparados con nuestras linternas de pacotilla.



Nada más entrar vemos este curioso manantial que gota a gota colma la pileta.

























Es hora de salir, estamos encantados con lo que hemos visto, pero hasta que no vemos las fotos en el ordenador no podemos apreciar la blancura inmaculada de las paredes o las filigranas de las estalactitas que gracias al flash  de la cámara ahora podemos apreciar en todo su esplendor.




Salimos a la superficie satisfechos y felices de la experiencia que hemos disfrutado en la gruta de la Rasadilla, No es que sea la gruta más espectacular, ni la más larga, pero para unos no iniciados  como nosotros en el mundo subterráneo es perfecta, de fácil acceso y no es necesaria equipación especifica ni nada por el estilo.




Iniciamos el regreso dando un pequeño rodeo por la Nava, pasamos junto a este refugio y nos dirigimos hacia la Calzada Bajera  que nos lleva  al punto inicial.




Después de tres horas nos encontramos en Ahedo, justo a la hora de comer, no nos espera nadie.
Para mí ha sido una experiencia fantástica, al igual que para mi compañero, se le nota en la cara. Hemos caminado nueve kilómetros, unos por lugares insignes y con distinción como la calzada y otros más de andar por casa, como los caminos de parcelaria, pero lo fuera de serie ha sido introducirnos en las entrañas de la tierra.
Tendremos que pensar en volver otro día.  ¡Hay más grutas...!

lunes, 28 de noviembre de 2016

Pozo Negro

Bonito día el que hemos elegido para subir hasta el Pozo Negro, temperatura agradable y el cielo parcialmente nublado. Con lo que no contábamos  era con el manto de nieve que nos encontramos apenas tomamos el camino en Fresneda. Dejamos el coche en Tres Aguas, nos abrigamos bien e iniciamos la marcha. En esta ocasión me acompaña mi hija, el lugar a desatado en ella un inusitado interés y quiere conocerlo. El tramo de pista los hacemos bastante bien, pero en previsión de los que nos podemos encontrar le pongo en antecedentes. Parece animarse ante el reto, aun así le dejo claro que en cuanto quiera nos damos la vuelta, que el pozo no se mueve de ahí y podemos volver cualquier día.




Abandonamos la pista y la senda por la que debemos avanzar, a partir de ahora, más que verse, se intuye gracias a las marcas en los arboles caminamos con la certeza de seguir el camino indicado.


Primer puente

La nieve está muy blanda, con lo que mantener el equilibrio es una tarea complicada, avanzamos despacio y aun así los resbalones están a la orden del día al igual que alguna que otra culetada.




Según ascendemos la capa de nieve adquiere mayor espesor y esto no es nada comparado con lo que encontramos en el tramo final. En las ultimas rampas, duras ya de por sí, tenemos que añadir la capa de nieve que nos cubre casi hasta la rodilla. Abandonamos el hayedo y donde tenían que estar los brezos solamente hay nieve. Agotados, este tramo se nos hace interminable, son cien metros los que nos quedan pero tenemos la nieve hasta la cintura y es tal la impotencia de estar tan cerca y no poder alcanzar el objetivo que apunto estoy de dar media vuelta. Para mi hija es una experiencia fantástica, comenta que ni en sus mejores sueños imaginaba una nevada así. Me contagia su optimismo y después de un buen calenton salimos del atolladero que estábamos inmersos.




Alcanzamos nuestro objetivo, hacemos las fotos de rigor e iniciamos el descenso.




El Otero se pierde entre la niebla que comienza a descender por sus laderas  y un viento helador nos azota con fuerza.




El primer tramo de descenso, que a la par es el peor, lo hacemos sin miedo a las temibles caídas ya que la nieve amortigua los golpes. En el segundo tramo, como pisamos nuestras huellas bajamos bastante bien. Y por fin llegamos a la pista, que a pesar de ser el tramo más cómodo, se nos hace muy largo a los dos. Llegamos a Tres Aguas, hemos tardado cuatro horas en hacer el recorrido, dos y media para subir y hora y media hemos empleado en el descenso.
Lo mejor de todo, la compañía, que confío poder disfrutar en muchas más salidas.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Las Nilsas, pico Muñalba y cascada del Chorlón.

De buena mañana nos acercamos hasta  Neila, inicio de la ruta de hoy. Una vez en el pueblo hay que seguir la carretera dirección Villavelayo, nada más salir del pueblo hay un camino con un cartel indicativo de las rutas que se pueden hacer desde ese punto, una de ellas las Nilsas. Como presumimos un día duro, nos adentramos por el camino con el coche cinco kilómetros  más o menos, hasta llegar a otro cartel informativo con los lugares y rutas destacados de esta zona.
Comenzamos a caminar siguiendo la pista forestal paralela al río Frío, es una subida continuada sin apenas descansos.


Llegados a una zona donde el valle se ensancha y hay montones de leña apilada, abandonamos la pista y seguimos los carteles y señales en busca de la Nilsa Grande. Cruzamos una zona de pinos y volvemos junto al río frío que habíamos abandonado tiempo atrás. Un poco más adelante cruzamos el río y llegamos a la Nilsa Grande.



Es una pena que no haya ni una gota de agua y aunque el paraje es fantástico no lo vemos en todo su esplendor.
 Las Nilsas son  praderas inundables salpicadas de pequeñas lagunas de origen glaciar.
Seguimos las señales que nos adentran en otro espeso pinar, caminamos por una senda de ganado en buen estado. Caballos y vacas pastan a sus anchas en esta zona.



Llegamos a la Nilsa Chica, que como la Grande no tiene ni gota de agua. Cruzamos la pradera y siguiendo el curso del arroyo iniciamos el ascenso al pico Muñalba. 
El primer tramo es muy duro y cada pocos pasos paramos y nos recreamos con el paisaje.




Ganamos altura con rapidez y tenemos una magnifica vista de la pradera donde se aprecia con claridad la zona cubierta de agua y los canales que lo vertebran. 


Alcanzamos otra pradera con unas características similares a la anterior.



Continuamos ascendiendo, pero ahora buscamos el camino más cómodo, aun así el tramo es demoledor. Pero con la escusa de hacer fotos y admirar el paisaje se hace llevadero.




Avistamos la laguna de Muñalba, que son dos y la falta de agua es patente. Continuamos ganando altura y ya, próximos a la cima avistamos el pico Urbión.



Al fin alcanzamos la cima, el hito nos indica una altitud de 2073 metros. Contando que en la Nilsa Chica nos encontrábamos a 1630 metros, en poco más de dos kilómetros hemos ascendido 443 metros.
Nos recreamos con las vistas, hacia la vertiente soriana divisamos los pueblos de Duruelo, Covaleda y Vinuesa. Y en la parte burgalesa Regumiel, Canicosa, Quintanar y Salas. Hacia la Rioja solamente montañas y aunque se encuentra en segundo termino destaca el San Lorenzo. 

Lagunas de Muñalba desde el pico homónimo.


Iniciamos el descenso por donde nos parece menos complicado dejando a nuestra derecha la vía de ascenso, pero fácil no hay nada y los últimos quinientos metros antes de llegar a la Nilsa Chica son muy complicados. Otra vez en la pradera nos damos cuenta de un detalle que antes     nos ha pasado ha pasado desapercibido;  el arroyo se adentra en la pradera y tras un par de curvas pronunciadas desaparece.


Lastima el poco caudal que lleva el arroyo, he visto fotos con agua abundante  y como por la sima desagua en su totalidad.
Retomamos la ruta, una señal nos indica el próximo punto de interés, se trata del albergue del Dolar. Tras un prolongado descenso avistamos el lugar, desde aquí las señales continúan por un camino forestal hasta alcanzar un refugio pastoril recién remodelado.




Nos encontramos, mas o menos, a dos kilómetros del coche y seguimos el curso de otro arroyuelo al encuentro de la cascada del Chorlón, el valle se angosta y  gracias a unas pasarelas de madera podemos salvar sin riesgos la aguas del arroyo.


El otoño, en todo su esplendor, nos deleita con imágenes magnificas.







Este tramo de ruta es un placer para los sentidos, avanzamos por un estrecho pasadizo vegetal multicolor, donde los arboles alcanzan magnitudes colosales, destacan robustas hayas, altos pinos, inmensos tejos y acebos enormes.

                                                                          Tejo






Alcanzamos la cascada y a pesar del poco caudal  que resbala por la pared llama la atención los colores que toman los musgos y líquenes en la pared rocosa. Tiene una altura de casi veinte metros y en época de deshielo debe ser espectacular.


Hasta el coche nos queda un prolongado descenso disfrutando de los colores otoñales, donde destacan las hojas de haya con sus múltiples tonos parduscos.
Llegamos al final del recorrido, hemos disfrutado de un día magnifico en todos los aspectos, sol, temperatura magnifica contando que estamos en noviembre y una compañía sin igual.
Hemos empleado cinco horas en hacer los diez y ocho kilómetros que han salido al final.
En el siguiente enlace queda detallada la ruta.